Por: Oscar Alarcón Delgado
18 de diciembre 1992 en una mañana de acostumbrada tibieza propia del permanente clima primaveral, una movilización popular recorría las calles de Moquegua en defensa de las aguas de Pastogrande. Una delegación de compañeros me visitaron a mi domicilio para decirme: ¡Han matado a Pedro Huilca! Inicialmente dudé, me dije: ¡No puede ser! e inmediatamente fui a la central telefónicapara hablar directamente con la secretaría administrativa de la Federación de Trabajadores en Construcción Civil del Perú, la cual me confirmó la versión trasmitida por los compañeros. Insistí en que tal vez estaba herido pero no muerto y me replicó: “el compañero Pedro Huilca está muerto, fue asesinado al salir de su domicilio esta mañana”.
En la Plaza de Armas de las tres veces benemérita a la patria se había iniciado el mitin popular y fui invitado a anunciar en mi quebrantada voz, el trágico final de un compañero sindicalista y sobre todo a un extraordinario militante comunista, proletario, revolucionario cabal y ejemplar.
Antes de su caída en combate contra la dictadura fujimorista, aquel 18 de diciembre, habíamos solicitado su visita a Moquegua y a Ilo. En el puerto industrial, la Municipalidad Provincial presidida por el Dr. Julio Díaz Palacios le concedió el honor de inaugurar obras como el Pasaje de la Juventud y en la capital del cobre peruano su visita causó una extraordinaria expectativa, no solo de las autoridades locales sino de los trabajadores y el pueblo. En una asamblea nacional dijo “en Moquegua me reciben como si fuera ministro de Estado, gracias por el trabajo realizado…”
Y es que Pedro Huilca era más que dirigente sindical; reitero, era un líder comunista, además de quechua hablante un carismático cholo de las entrañas de nuestro pueblo que se forjó en el trabajo y en el fragor de la lucha de clases. Despertaba interés y respeto hasta de los adversarios políticos y de los empleadores, destacando su verbo acertado y la claridad de su pensamiento. Era en esencia, la encarnación de la confianza y la consecuencia que los trabajadores y el pueblo veían en su persona.
Tuve la suerte de ser junto a él, parte de la promoción de cuadros en la FTCCP y conocí decerca su lado humano, su preocupación por los activistas sin trabajo, por sus familias y destacaba su liderazgo democrático cuando reconocía la labor de los activistas con nombre propio en los informes congresales.
Después de su muerte, en Ilo con Resolución de Alcaldía, una avenida en Pampa Inalámbrica lleva su nombre, en Moquegua existe una Comunidad Urbana Autogestionaria con su nombre al igual que una promoción de estudiantes de secundaria.
Seis años estuve en el sur del país entre Tacna, Moquegua e Ilo. Fui SG del STCC de Moquegua y co-fundador del STCC de Ilo. Después de la muerte de Pedro emigré al nor oriente como gitano, después a Lima y me siento comprometido con la vida y el ejemplo de Pedro Huilca quien nos señaló que “luchamos por una causa superior a nuestras propias vidas”.
Gloria a Pedro, tantas veces Pedro Huilca, martir de la democracia y el trabajo.